Hace unos seis meses, el cantante Julio Iglesias se enfrentó a una avalancha de chismes que él calificó como “el peor enemigo de su vida”. El artista, de 72 años, hacía referencia al peligroso bombardeo de especulaciones de varios medios que informaron que él había fallecido.
Lo único cierto es que Iglesias caminaba con dificultad y un tanto adolorido como consecuencia de una vieja lesión lumbar que sufrió en un accidente automovilístico el 22 de septiembre de 1963. El galán español quedó paralítico durante año y medio, hasta perder todas las posibilidades de regresar a la liga del futbolistas del Real Madrid, su equipo favorito.
“Algo que pasó hace décadas, cuando yo solo quería ser jugador, volvió a repercutir en mi parte física. En junio pasado no podía caminar. La columna estaba destrozada. Ahora, estoy mucho mejor. Tengo el corazón a 68 revoluciones. Es cierto que me duele todo, menos el alma. Les cuento que sigo vivo”, dijo durante el lanzamiento de su disco México, el último que grabará en su vida. O por lo menos así lo aseguró en el país azteca, donde inició la gira de conciertos que puso a prueba su salud, quebrantada solo hace unos meses por culpa de las molestias en la espalda.
La recuperación del cantante, después de una complicada intervención quirúrgica en el hospital Monte Sinaí de Nueva York, empezó en su casa en Miami, y la alternó con una serie de terapias en su refugio de Punta Cana, República Dominicana. Allá estuvo en compañía tanto de un cuerpo de especialistas como de la familia en pleno, o por lo menos de su segunda esposa, la exmodelo holandesa Miranda Rijnsburger, y de los cinco hijos de la pareja: Rodrigo, Miguel, Cristina, Valentina y Guillermo. “Debo admitir que con el tratamiento, que incluye mucha natación y ejercicios, me volví a sentir de 38 años”, le dijo al periódico Clarín, de Argentina. “Créanme que no moriré por ahora”, subrayó como una manera de refutar los rumores de los últimos meses.
Hace unos días, el propio cantante admitió que no tenía necesidad de emprender una gira de conciertos, menos cuando debió compartirla con la agenda apretada de promoción de su disco México, en el que incluyó clásicos como “Ella” y “Juan Charrasqueado”. Y es que el cantautor español sigue ganando dinero, aunque esté sin hacer nada en su casa o frente al televisor junto a Miranda. Su fortuna avaluada en 880 millones de euros por la revista Forbes, lo situó entre los hombres más ricos de la península ibérica gracias a sus inversiones en el sector inmobiliario, la industria hotelera y a las acciones en la empresa que maneja el aeropuerto de Punta Cana. “Sentado gano más dinero que de pie en un escenario. Tengo que cuidar a mis empleados en mis corporaciones. Canto por devoción. Es difícil entender por qué cobro. Lo haría gratis, pero la gente paga”, aseguró el exfutbolista.
Cuando desea salir de la isla caribeña o de su mansión en el estado de la Florida, simplemente toma su avión privado. Pero cada vez lo hace con menos frecuencia, quizá por los años que lo anclaron a una vida apacible junto a su núcleo familiar. Ahora, Julio prefiere caminar por la playa o vigilar las jornadas deportivas de sus jóvenes retoños. Guillermo, el menor, apenas tiene 7 años. “Quiero tener muchos más hijos. Me encantaría ver más niños en mi casa, mientras corren, hacen tareas o escuchan canciones”, dijo hace algunos años en la revista Jet-set.
El artista, quien ha vendido más de 350 millones de discos en el mundo, nació tan fecundo como su padre, el médico Julio Iglesias Puga. Cuando murió a los 90 años, esperaba con su última mujer, Ronna Keith, un segundo bebé. El cantante se parece a él en otros aspectos: heredó su poder seductor, el don de la palabra, el humor fino y la diplomacia para salir airoso en situaciones complicadas. Durante la presentación del último disco de su vida, Julio Iglesias debió sortear el momento en que la prensa le preguntó por la relación de su primera esposa, Isabel Preysler, con el nobel Mario Vargas Llosa. “Si la gente es feliz de esa manera, pues aplaudirlos”, afirmó el intérprete en una concurrida rueda de prensa en la capital mexicana.
Hace unos días, también volvió a encarar las eternas especulaciones acerca del supuesto distanciamiento entre él y su hijo, el cantante Enrique Iglesias. “Él es el rey de mi casa. Debido a las giras casi nunca está con nosotros. Pero sus pequeños hermanos lo adoran y todo el día escuchan sus canciones”, afirmó el artista, quien repuntó su carrera en 1969 cuando grabó el disco Yo canto, en el que incluyó el inolvidable tema “La vida sigue igual”.
El cantautor ibérico, quien se hizo popular por ladear la cabeza a la izquierda cuando está frente a una cámara, nunca ha podido escapar del torbellino de rumores de la prensa del corazón, que cada cierto tiempo le inventa canitas al aire y hasta romances establecidos. Miranda, su esposa, entiende la dinámica de las relaciones de las figuras públicas con los medios de comunicación, pero jamás ha podido acostumbrarse a los ataques que vive su célebre pareja. “En casa no leemos ese tipo de noticias para estar tranquilos”, afirmó el vocalista que ha cantado en más de 14 idiomas, incluyendo italiano, alemán y portugués.
Cada vez más se aleja de los reflectores, pero nada que implique la retirada absoluta de los escenarios. Iglesias, así lo ha dicho, no romperá el cordón umbilical con el mundo del espectáculo y menos ahora que trazó una agenda de presentaciones que lo llevarán a China en 2016. Imposible no recorrer sus pasos en la gran potencia amarilla, donde en 1986 se convirtió en el artista extranjero más exitoso de todos los tiempos. Aún se habla de que la presentación de su especial, transmitido en directo por la Televisión Nacional China, contó con una audiencia de 400 millones de personas.
La producción discográfica dedicada a México lo regresó a algunos lugares que no recorría desde hace años, y hasta le revivió recuerdos de sus primeras presentaciones en los clubes nocturnos en el Distrito Federal. Como lo ha dicho en los últimos días, la promoción de este álbum lo mantiene aferrado a la vida.